Presentamos a continuación una selección de siete poemas del poeta caleño Jorge Eliécer Ordóñez.
TIEMPO DE SEGAR
En Senegal
país de cabras
y mujeres invisibles
ovillando la luna,
cuando el poeta muere
lo sepultan
en el tronco viejo
de un árbol
Al verano
escasea el agua y la comida
entonces
pájaros migratorios
vienen a picotear
la madera que canta
PEREZOSO
Por las ramas intrincadas de la jungla aparece el animal
con la parsimonia de un fantasma en cámara lenta
se deshacen sus horas como si fueran días
en su desvaído paraíso de frutas
sus movimientos no son torpes, más parecen
una danza detenida en el viento,
una provocación en ese punto frágil del cosmos
donde todo gira veloz en carrera y destreza
el perezoso impone su pausa,
nos mira acicalado de hojas y de ojos
y su blanda mirada nos petrifica un instante
como si fuera un filósofo silvestre,
un discípulo aventajado de Diógenes, el can,
nos señala cuán banal es el tiempo,
(la vida misma que en un instante arrebata la arpía)
y qué inútiles son nuestros esfuerzos
toda nuestra prisa
en esa loca carrera hacia la muerte
SERENO
Un vaho espeso sube de las chimeneas,
en los patios, aroma de geranios
y alpiste de pájaros dormidos
Los hombres duermen, casi cíclopes,
con el gran ojo de la infamia en sus frentes
el viento como una mano
empieza a tocar las hojas
el ánima soñolienta de los péndulos
Tulipán de la madrugada, el sereno
ha visto los ojos del búho, los ojos ciegos
de los pequeños críos del marsupial
trepando a su constelación de ramas
Quizás sea inútil, un armisticio de la noche
con ojos de Medusa,
pedalea, calla siempre
hasta perderse, criatura en extinción
devorado por la niebla
POEMA DE AUSENCIAS EN PRAGA
Para Julio César Goyes
En esta ciudad de lento amanecer
he visto al hombre que apaga los faroles
y regresa silbando a su casa entre las frondas
El mundo desaparece
en las bocas de los amantes
que pastan junto al Moldava
Cuán distinto el reloj de la noche
que apresura su carga en mi costado
la voz dice Gregorio
un nombre para mí desconocido
A mi espalda, los pasos sigilosos de Milena
su voz, como una música
al otro lado del laberinto
Hoy no iré a trabajar
me quedaré en el lecho repasando su carta
hasta que llegue la noche
y sólo se escuche por las calles de Praga
el lento cascabel de una carroza
tirada por caballos blancos,
quizás más tarde, el pitazo del tren
calado hasta la médula
¿Para qué levantarme?
la fábula del cuerpo se habrá transfigurado
no habrá manos, ni ojos, ni perfume
sólo mi cerebro, caracol libre y poderoso
escuchando las vibraciones de la ciudad
y las voces humanas perdidas para siempre
LOS ENANOS
La ciudad de los sueños imposibles
abrió una ventana por donde saltan los enanos
con sus miembros pequeños y su gran voz
se abren a codazos entre la multitud,
son de metal, la recia catadura
los hace invulnerables,
cosa de risa y oprobio de los transeúntes
Los enanos de verdad nunca van a los circos,
les molesta que la pequeñez humana
empañe sus espejos
odian los diminutivos, la compasión
que clava alfileres negros en su piel
Cuando le corramos la butaca a la grandeza
los enanos se tomarán el mundo por asalto
ANTIESCRITURA
De pronto no escribir,
dejar a la intemperie los instintos,
mirar la noche,
sus ruidos en el vacío, de bestias y de insectos.
La vasta noche que va y viene
sobre esta nave redonda que viaja entreverada
en millones de astros y galaxias.
Voy en la noche a lomo de tierra,
con mi frágil escafandra de palabras
las mismas que se fueron haciendo lentas,
como pequeños guijarros hasta convertirse en catedrales.
Palabras, finos hilos de una futura telaraña.
En su textura el rostro de la piedad,
la cercanía de un cuerpo,
fatal como un bramido de montaña que se convierte en cráter.
Ese cuerpo, la noche; de pronto no escribir,
abandonarse en ese lecho de nubes que forman un océano.
Sentir en la piel destemplada por el tiempo
esa leve oleada del viento medianero
que nos trae la albricia y la amenaza.
Escuchar el eco taciturno de la primera caminata,
junto a su cintura y la vorágine oscura de su fuga,
alguna tarde cuando la luz negó su redondez a la manzana
y la hoguera tomó el rumbo de los vientos contrarios.
No escribir, no alzar ningún vuelo,
no acuatizar en ningún estanque
por temor a mirar en su profundo
el rostro destrozado de Narciso.
No alunizar en ningún astro oscurecido en el eclipse.
No escribir, dejar que el aire nos circunde.
OS LO JURO, ERA EN EL BELLO SUR
Un hombre, una mujer
sus tres pequeños críos
como aguas, color ámbar sobre el río
han llegado del sur, lo comprueban sus hablas
como diciéndole al viento una oración de humus,
sus ropas, sus collares, dispuestos en la yerba
con la sencillez de un tesoro que ellos mismos ignoran.
Las piedras, una a una, escalas de verdín,
de musgo entreverado,
muy callados, pero vivos, pasajeros del tiempo,
de la sangre que viene y va por cada laberinto:
como un espejo, el charco les copia una mínima sonrisa,
es el amor, de barro y de toquilla, su inefable pintura,
donde la voz del hombre, donde el silencio
de mujer hechizada
viajan por el agua en su canoa de viento.
Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz. Cali (Colombia). 1951. Poeta y ensayista colombiano. Ha publicado, entre otros, los siguientes poemarios: Exiliados del Arca, (2008); Manuscrito de Sísifo, (Premio Nacional de Poesía UIS, 2013); Cuerpos sobre campos de trigo (Premio Eduardo Cote Lamus, 2014); La Tarde no cae (Finalista Ministerio de Cultura de Colombia, 2015); Los murciélagos tienen su propio sol (2022); Agosto es mañana (2023) ; y Desamar es mi oficio (2024). En ensayo: La Fábula Poética en Giovanni Quessep, Novelas colombianas desde la Heterodoxia (2015) y la antología Desde el Umbral, Poesía Colombiana en transición, tomos I y II (2004 y 2009). Asimismo, ha escrito la novela Portada al mar (2024).