Desde acá

Cinco poemas de Alejandra Echeverri

Poeta Alejandra Echeverry, autora de La niña que nunca ocupó un culumpio

Presentamos a continuación una selección de poemas del libro La niña que nunca ocupó un columpio, de la colombiana Alejandra Echeverri.

SOY ESA CRIATURA QUE CUELGA BAJO SU PROPIO SOL

 

 Tengo este cuerpo de criatura extraña

innombrable y astuta

que tantas voces ha tenido.

En este cuerpo no solo se consumen

los astros y los miedos

también en este cuerpo se nace

monstruo, bestia, perro o humano.

Tenía debajo de mi lengua la palabra

pero la extravié.

También tenía bajo mis ojos

el tiempo

pero también lo perdí.

Soy esa criatura que cuelga bajo su propio sol. 

 

 

LA INFANCIA TAMBIÉN SE ROMPE


                                     A Luis, niño por siempre


Juré que los niños de la calle serian mis amigos,

que beberíamos hasta olvidar la miseria de donde salimos.

Juramos, todos, desgarrarnos en existencia,

tirar piedritas al cielo y curarnos las heridas los unos a los otros,

invocar a Jattin y a Gonzalo,

y respirar el poco aire

que nos quedaría después del incendio.

Juramos caminar por las barandas del puente de un río

que ya no existe,

abrazarnos cuando saliera el sol,

hacer figuritas con el viento,

escribirle poemas a las madres que nunca tuvimos.

Juramos ser niños siempre,

incinerar poemas,

volar más alto que los pájaros,

y cantar nuestros miedos obscuros sentados en un parque cualquiera.

Juramos tener un corazón de mango,

unos sueños de humo

y alucinar en un valle la vida que no pedimos tener.

Pero la vida es cruel y lacerante,

y los niños de la calle ya no son nuestros amigos,

ahora…

Son flores que adornan cualquier fosa común del pueblo que habitamos. 


LA NIÑA QUE NUNCA OCUPO UN COLUMPIO

 

                           Qué dolores, 

                          qué tristezas estoy engendrando.

                         Sylvia Plath

 

Nadie sabe qué es ver a los amigos

jugar bajo la sombra de la muerte,

jugar con una ruleta que decide

bajo la mordaz discordia

qué es la vida.

 

Ana,

despierta,

eres solo una niña

y ya tienes la marca de la derrota

en tu frente de huérfana,

en tu frente de dolor,

porque fuiste hija de la madre

que nunca fue madre

y del padre que se quedó

sin esperma para ser tu padre.

 

Ana,

fuiste la mayor,

fuiste la primera,

y a todos nos dio miedo seguirte

en tu eterna pesadumbre,

y todos fuimos ajenos

a tu esperanza absoluta.

 

Ana,

fuiste la única,

pero nadie te siguió.

Ana,

fuimos los cobardes

los que te despedimos.

 

 

LA CIUDAD ES UN PRECIPICIO

 

                          Hablo de la ciudad que amo,

                         de la ciudad que aborrezco.

                         José Manuel Rango

 

Tengo un lento corazón

que es una ciudad

de calles tan largas como la miseria.

Tengo un olvidado corazón

que es un río de piedras que

alimenta la ausencia.

 

Tengo un corazón que es una muchacha con

el cabello desteñido y sin gracia,

una muchacha pálida perdida bajo el calor

de un valle.

Tengo un corazón que es un hijo perdido

en el vientre de una mujer sin nombre

(mi madre), y

entonces se me fractura mi pequeña memoria,

y entonces me agrieta mis pocos recuerdos

de animal hundido en el polvo.

Tengo una ciudad con los ojos heridos.

Tengo una ciudad extraviada,

una ciudad abandonada,

una ciudad calavera

una ciudad que más que ciudad es un espanto.

Mi ciudad, mi ciudad que es un corazón,

mi ciudad que se empeña en desaparecerme,

en borrarme de sus calles, en perder mi rostro.

Mi ciudad que duele como una palabra

quebrada, como

punzada segura.

Mi ciudad que desde antes de nacer

ya me vio partir. 

 

 

TENGO UNA HERIDA EN EL ROSTRO, ES MI MADRE

 

Antes,

cuando tenía quince o algo menos,

me miraba al espejo

y encontraba los rasgos de nadie.

Era la hija de la mujer sin rostro

o quizás de la mujer sin nombre.

Hoy que mis ojos pesan un poco más,

que mis grietas

son mucho más largas y peligrosas,

me veo de frente, espejo-persona,

y me doy cuenta de que mi madre

se ha reposado en mí.

No solo tengo sus cabellos tristes,

también su boca llena de dolor,

de palabras a las tres de la mañana

y de humo fácil de odiar.

Hoy tengo todas sus mentiras en mi boca,

toda su música en mis oídos,

todos sus sueños en mi pecho.

Comprendí que mi madre pudo ser yo

o quizás el reflejo de su espejo clavado

en mi propio rostro. 


 Alejandra Echeverri. Tuluá (Colombia), 1997. Autora del poemario La niña que nunca ocupó un columpio, publicado por la Universidad Central del Valle (UCEVA) en la colección Canta Rana, libro reeditado por la editorial española Turpin Editores en la colección Palabra de Johnnie Walker. Ha publicado asimismo la plaquette autodiagramada Los retornos de la carne. Ha sido incluida en diversas antologías como Luz al vórtice de las palabras. Cartografía de mujeres poetas colombianas (Editorial Escarabajo, Bogotá), en la antología Poesía Joven del Valle del Cauca (2022), y en la sección "Nuevas voces" de la revista Luna Nueva (Tuluá).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *