Presentamos a continuación nueve minificciones del escritor argentino Ricardo Bugarín.
EFECTOS DE LA MAGIA
El mago realizó su habitual rutina ante una platea expectante. Los aplausos rubricaban cada logro alcanzado y hablaban a las claras de una satisfacción rubicunda de parte del público.
Se seccionaron mujeres; se desaparecieron y aparecieron enanos; desfilaron conejos, palomas, perros juguetones y hasta una boa adormilada. En el aplauso final dijo que haría un estreno. Metió un jilguero en una caja grande y prometió que sacaría una princesa. Al momento, con redoble de tambores, dos ayudantes destaparon la caja. Vimos salir de ese escondite algo que no pudimos entender qué cosa podría ser. De princesa, ese adefesio ni siquiera humano, no tenía nada. Creímos observar que un inoportuno nerviosismo lo invadía. Sonrió y dijo, señores, no ha pasado nada. Y elevando las manos gritó: fuera todo lo feo. A la señora que estaba a nuestro lado se le cayó completamente la cara.
CAMBIO DE PLANES
Le inyectamos lidocaína y comenzó a hincharse y a hincharse. De un color normal pasó a ponerse violáceo y, en el peor de los momentos, empezó a arquearse, a zigzaguear, se nos quiso tirar al piso. Para contenerlo, le hicimos un tajito y lo metimos en agua purificada. Casi se nos ahoga. La velocidad cinética de la metabolización no funcionaba. Le agregamos sal y se nos quedó duro. Nos lo quedamos mirando y decidimos limpiarlo, secarlo bien, y lo volvimos a su caja. Le cambiamos la etiqueta y lo enviamos para el otro sector.
CONSECUENCIAS DEL FRÍO
Este invierno hace un frío estrepitoso, con decir que se nos hiela hasta la escasa sombra que logramos proyectar con este sol tan débil y melancólico que tenemos.
Las gárgolas parecen como entristecidas en la altura y más de una se hubiese tirado al vacío si no fuera que conservan conciencia turística y recuerdan que son uno de los atractivos mayores del pueblo. Pero una de ellas se hizo la loca y se bajó una noche y se acomodó en la izquierda del ábside.
Hoy nos conocen como la iglesia de las diecisiete gárgolas. La número dieciocho se sigue haciendo la loca en su nuevo emplazamiento y no hay tu tía de que se vuelva a su lugar. Al menos hasta que pase el frío, nos dijo.
PROFUNDA ASPIRACIÓN
No hay escena más tierna que un paisaje de sillas plegadizas. Uno las ve una al lado de otra, diríase, en armonía y se le estruja el corazón. Todas mirando, generalmente, hacia delante o en semicírculo. Tan femeninas, circunspectas, elegantes, aligeradas, complacientes. Siempre dispuestas a esa entrega tan propia de las sillas. Quietitas, calladitas, modosas, siempre utilitarias y serviciales. Veo toda esa escena, extendida al aire libre, y quiero vivir esa ternura de silla plegadiza. Y comprendo, profundamente, que esa es toda mi aspiración. Cuando sea grande, quiero ser una silla plegadiza.
ALIMENTACIÓN
Cuando no quiero comer más, cierro la boca. De nada sirve que me insistas con cucharas, cucharitas, cucharones. El exceso de metal me indigesta.
CORRER POR EL AVISO
Leímos el aviso y salimos corriendo. Cada cual pilló al voleo lo que tenía a mano y salimos para la calle. Cuando llegamos al descampado nos la encontramos. Estaba ahí redonda, gigante, inmensa, azul y callada. No se veía nada por los alrededores. Nos fuimos juntando a prudente distancia y cada cual comenzó con sus exclamaciones y comentarios. Algunos decían de acercarse, otros de tirarle piedritas a distancia, otros de hablar por altavoces, otros agarrar un avioncito del aéreo club y mirarla desde arriba, otros de remolcarla hasta la plaza para estudiarla. Se nos fue la tarde completa en disquisiciones y al final nos regresamos cuando ya era noche cerrada. Y allí quedó en el campo, redonda, gigante, inmensa, azul y callada.
TRIÁNGULO AMOROSO
Íbamos de lado en lado. Nos abrazábamos en los ángulos. Nos acurrucábamos en los vértices. Éramos un jolgorio. Al final, nos fuimos por la hipotenusa.
SUEÑOS RECURRENTES
Si los sueños son recurrentes, debemos considerar que esos son sueños caprichosos, quieren poseernos por entero y por eso se aprovechan de nuestro momento de descanso. No hay nada más desvalido que un hombre extendido sobre una cama. Esto lo saben los sueños recurrentes y por eso se complacen en satisfacer sus obscenas necesidades visitándonos, acosándonos, rodeándonos, asaltándonos, violentándonos, poseyéndonos, dominándonos, hasta convertirnos en estropajos. La mejor estrategia, en este caso, es esperarlos despierto, atentos, alertas, la noche entera si fuese necesario, hasta combatirlos por cansancio. Se lo confirmo yo que en veintisiete meses ningún sueño recurrente ha osado atravesar el umbral de mi habitación y aquí estoy, quietito en mi cama y con los ojos bien abiertos.
SIESTA EN EL SÓTANO
Siesta tórrida de Enero. Todos dormían. Abrumados de tedio y calor nos encerramos en el sótano. Ante un mapa desplegado fuimos señalando las zonas que considerábamos que estarían frescas. Nos gustaban las cordilleras y elegimos la de Los Andes para ir recorriendo sus picos. Deslizamos el dedo marcando y nombrando las alturas más notorias. Nos reíamos con algunas confusiones. Cansados ya de tanto transitar por geografías americanas, nos sentamos en el piso y chupándonos los dedos, nos comimos las nieves eternas que habíamos recogido con las manos.
Ricardo Bugarín. General Alvear (Mendoza, Argentina), 1962. Ha publicado Bagaje (poesía, 1981) y Textos hallados en una roca (Micropoesía, 2020). En el género de la microficción ha publicado: Bonsai en compota (Macedonia, Buenos Aires, 2014), Inés se turba sola (Macedonia, Buenos Aires, 2015), Benignas Insanías (Sherezade, Santiago de Chile, 2016) , Ficcionario (La tinta del silencio, México, 2017), Anecdotario ( Quarks, Lima, Perú, 2020), y De los seres de este Reino (Macedonia, Buenos Aires, 2024). Textos de su libro Bonsai en compota fueron traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers.