Presentamos a continuación una selección de cuatro poemas y una minificción de la colombiana Dennis Acevedo.
LIMPIA EL RÍO
Llega una niña a la orilla de su fuerza, está sola, teme que se la trague la selva, no sabe nadar, no entra al río.
La persigue el dolor, escucha cómo viene por ella, tan indefensa, sin nadie que la proteja.
Se resigna a entregarse a la muerte, a desaparecer en la quietud. Tal vez sea lo mejor: fingir que no existe, ocupar el menor espacio posible, para que nadie le haga daño.
Se tira al agua.
Se da cuenta que todos los ruidos vienen de su cuerpo, que se trajo a la madre guardada en el caracol de la oreja, que una curandera le escribió en la piel: el hueso roto siempre pega, la herida escuece, la cicatriz cierra pero no desaparece.
La mujer aprende a moverse en su profundidad
Y construye un hogar.
ESTA SERÍA UNA ODA A LA COMIDA, PERO NO
Muerte y nacimiento en un solo bocado.
La tierra y el sol hicieron con esmero cada fruta
raíz
grano
cada carbohidrato que en mis ojos es la muerte del deseo
la desobediencia al mandado de la delgadez.
Mientras tanto
la tierra queda infértil
la Amazonia se quema
ignoro el hambre que me espera en la cocina
La psicóloga dice que es un problema con la figura de la madre
Yo digo que con la del padre
Los sueños piden que repita: má-pá y solo encuentro una geografía rota.
Un amigo cuenta que es culpa de las multinacionales extractivistas
La vecina que es por la deforestación ilegal
Mi pareja que la solución es acabar con la industria de la carne
¿Pero a cuál de todos los problemas?
Mi cuerpo se seca y la tierra se acerca a su fin
No importa, sigamos hablando, que el apocalipsis nos encuentre con la boca llena.
NO TE GUSTA JUGAR A LAS ESCONDIDAS
Intentarás salir y entrar del closet, volverlo una parte visible de tu casa, abrirlo al mundo, que descubran el interior.
Lo decorarás para que sea cómodo y te visiten en los domingos de lluvia, se acurruquen contigo a contarte sobre pájaros que migran y le mires a los labios mientras imaginas que rompen las fronteras del mundo con sus cuerpos porque ya no tienen miedo.
Querrás hacer una fiesta en el armario. Bienvenir a los demás. Dejarlo de par en par, que deje de ser un secreto.
Escúchame: no has hecho nada malo.
Invitarás a tus amigos, abrazarán las vigas de tus huesos, la madera de tus músculos, cuidarán del closet y construirán un altar.
Mary Oliver te dirá “No tienes que ser buena, solo tienes que dejar que el animal salvaje que es tu cuerpo ame lo que ama”.
Por fin entenderás:
Siempre has sido el hogar.
SEMILLA
Me nació una semilla en la garganta
la respiración la acuna,
caliente,
la protege.
Intenta brotar, salir por la boca y enredarse en el torso del otro
En el pecho En el rostro En los ojos que todavía no me sonríen.
Tengo un padre encerrado en la cabeza. A veces sale a regañarme.
Envuelve un hilo a mi cuello, le da dos vueltas y se queda con las puntas.
La planta crece, se estira,
quiere conquistar al mundo
florecer en cada charco
polinizar todas las abejas.
El padre que vive en mí se enfurece.
Dice que no confía en lo salvaje, en el mundo, en lo que sale por mis labios.
Temo, hago una plegaria preguntándole al Misterio
cómo cabe una ceiba en un grano milimétrico
cómo sobreviviré cuando las ramas traspasen mi carne.
El padre jala la punta de las cuerdas,
me ahorca, asfixia la planta, dice que es por mi bien.
A ese padre solo le gustan los bonsáis.
Nuestro hobbie favorito es podar mis raíces.
El hilo hiere al tallo, a mi árbol.
Es, cada vez, más tímido: una planta doméstica que finge no estar.
Cuando grito las hojas crecen para alcanzar la luz del sol, cuando lloro sube un pétalo a mis ojos.
Así sobrevivimos.
Mi padre sube, exhausto, a dormir en mi cabeza.
Entonces escucho a la planta decir sin voz y repito.
Mientras hablo se esparce el polen
a veces llega al corazón, la sonrisa, la lengua, la nariz, el pensamiento del otro.
A veces convive con el aire y me dice que le gusta ser libre.
A veces la palabra se sienta a mi lado y me hace compañía.
La planta y yo estamos aprendiendo a fabricar palabras fértiles, que sobrevuelen al miedo.
De esa esperanza nos alimentamos.
HERENCIA
(Minificción ganadora del segundo lugar en el V Concurso Nacional de Microcuento “¡Sea Breve, por favor!”)
—Me correspondió una casa llena de recuerdos. Habité allí con la terquedad de quien se aferra al pasado, hasta que la arrendataria notificó un aumento y mi salario no alcanzó para costear la nostalgia.
—Si no era tuya, ¿qué heredaste?
—La esperanza que mi familia acumuló en cada pared antes que las deudas inundaran un país.
—¿Por qué no te fuiste con ellos?
—Alguien debía quedarse.
—El exilio transforma a las personas.
—A mí también: por eso soy un fantasma, ya nadie arrienda la casa de nuevo. Y, cuéntame, ¿tú por qué asustas a la vecina?
Dennis Acevedo. Bogotá (1998). Es profesional en creación literaria de la Universidad Central. Ha publicado poemas en la revista de poesía latinoamericana La Raíz Invertida, la revista digital Tras la Cola de la Rata y el blog de literatura El Rinoceronte Ilustrado. Hace parte del libro Expandidas: una antología sobre el cuerpo (Sobredosis, 2024). Fue finalista del Concurso Nacional de Novela de la Cámara de Comercio de Medellín en 2022 y segundo puesto en el Concurso de Microrrelato Altazor. También ha participado con cuentos y poemas en diversos fanzines. Hace parte del colectivo literario La Cuarta Raya del Tigre. Cree que en la palabra se encuentra un poder sanador y comunitario, motivo por el cual se desempeña como mediadora de lectura, escritura y oralidad.