Voces de Colombia, Voces de Latinoamérica

Cuatro poemas de Max Cristancho

Plantígrados presenta cuatro poemas de Max Cristancho

Plantígrados presenta a continuación una selección de cuatro poemas de la poeta colombiana Max Cristancho.

 

TODO ESTO POR UN ARROZ 

 

Fue palabra antes que escritura.

Gruñido antes que lenguaje.

El sonido vino primero,

lento en comparación con la luz.

El olfato vino veloz.

Luego la imagen, tarde.

Todo esto por un arroz.

La poesía por el hambre.

Todo comenzó por el fuego:

el caldero en el fogón.

 

Lo que busco es traducir lo que suena:

el arroz cuando cae de la bolsa,

el picado de la cebolla,

el fuego haciendo combustión.

Cuando se echa pocillo y medio de agua

y la olla chispea,

el minúsculo grito del grano hinchándose,

suavizándose;

la boca ansiosa cuando traga saliva,

 

                                el arroz,

 

cuando el agua se la devora el aire y se seca,

y la llama azul se vuelve chiquitica,

cuando la tapa sudada caza con el caldero,

y las tripas vacías rugen.

No solo intento decir el sonido

Por el hambre, la poesía.

 

El olor blanco despierta sospechas.

La barriga reniega pero aguanta,

otro ruido mayor conduce al piso de arriba:

la sucesión de las hojas,

el libro que quedó a medias sobre la almohada.

La palabra que me llama

la busco hasta el fondo más lejano de la casa:

 

                                 el arroz,

 

olvido su imagen por la imagen de los signos,

olvido el sonido de la cocción

por el sonido articulado de los verbos.

 

La visión vino veloz,

lenta a comparación del olfato.

Huelo antes de abrir los ojos.

Lloro, como al llegar al mundo.

El gusto llega tarde,

como la cuchara a la boca.

Escucho los granos totearse desde la escalera.

Tarde, apago el fuego.

 

En el caldero,

la escritura aguarda quemada.

En la cocina,

el plato golpea la vajilla.

Yo sirvo la palabra.

Pretendo ser poeta.

Me como a Dios. 

 

 

YO LE DIJE A DIOS

 

Yo le dije a Dios que no me diera a luz

le dije que no quería ver las bombas en la televisión

ni escuchar las ambulancias colapsando la ciudad.

 

Yo le dije a Dios que nos devolviéramos antes de llegar a la Tierra

porque sentí el frío en mis piesitos de feto

sentí un temblor en el útero de mi madre

y era el Miedo.

 

Yo sabía que me iban a matar

No al terminar este poema

Sino a la mitad del poema mil

E iba ser la guerra o el amor

-diferencia borrosa-

E iba ser el misil sobre el tejado de zinc

                               ó

el veneno de ratas del cajón de la cocina.

Las piedras

                               ó

el beso de mi amante en la franja de Gaza.

 

Y le dije a Dios que me daba miedo la muerte

pero que me hacía temblar más la vida

porque Alá les dijo: “No corrompan las cosas de la tierra”

 y ellos dijeron: “pero si solo las hacemos mejor”.

 

A Dios no le importó todo lo que le dije:

porque la “misericordia”

es solo una estrategia mal ejecutada de la ONU

y yo me resbalé –me empujaron– por el canal de mi madre

hasta una mezquita sin cúpula.

 

Ahora que he caído,

soy una niña que aprendió a decir “muerte”

antes de decir “mañana”.

Cada piedra

lleva el nombre de su dueño

Y a la mía espero que le escriban un poema.

 

Mi tierra es una tierra partida

por una línea que no existe

Mi lenguaje es un lenguaje que se vuelve “Qurán”

Mi madre es una madre cavando con las uñas

en los escombros.

 

Aún así

creo en Dios

aunque no sea omnipotente.

Aún así

Creo en Dios

aunque “Sheitán”

haga esclavo el corazón de miles.

Aún así

hay trozos de Dios entre las ruinas

Y Yabé se arrepiente de decir:

“Esta es mi tierra prometida”.

  

 

CHIBCHAVIRUS.exe

 

Malinterpretamos a Wislawa al leer:

Cuando pronuncio la palabra Futuro

la primera sílaba pertenece ya al pasado.

Dijimos:

—“Todo tiempo pasado fue mejor”.

—“La historia está condenada a repetirse”.

—“Esta tierra es un aborto que regresa a la semilla”.

—“El polluelo no ha roto el cascarón y han pasado 250 años”.

 

Y firmamos el acta de defunción:

Colombia nació vieja

 y de ella se alimentan los chulos.

 Sus restos desaparecerán en la coca

 y la placenta será enterrada junto a los

 Quimbaya         Tairona

 Zenú                  Wayuu

Pijao                    Muisca

Guane                Kogi.

 

No cabía “futuro”

para este cóndor de silicio

el alba, de acero y ceniza,

apagó sus sueños.

Preferimos creerle a la Nada

que al progresismo en código binario

que borra la lengua originaria.

Nuestro Abya Yala es un archivo corrupto

en la memoria del Estado.

 

1001 0011 0101

Memoria insuficiente para completar la operación.

 

Tarde entendimos que,

al pronunciar “Nada”,

creamos algo que no cabe

en ninguna no-existencia.

Szymborska nos cacheteó

por querer contarle los días

al pichón de cóndor.

 

Hijas del yarumo

llevamos el wifi en la médula

Nos retractamos:

a  su “Futuro” aún le pertenecen dos sílabas

y su “Nada” no es un puente quebrado.

 

¿Con qué lo curaremos?

con cáscaras de huevo

 

Aún hay un territorio por hacer,

una palabra mutilada

pidiendo reforma celular,

un pueblo que falta

que busca quién lo escriba

desde el monte o la nube digital.

 

Desde que entendimos a Wislawa

Nos aferramos a pequeñas resistencias:

para que deje de apestar a inflación,

a abismo tecnológico y retraso cultural,

a change your IP address para esquivar el rastreo,

a reforma agraria fallida por tiempo de espera excedido,

a guerra de veredas vaciadas y botas de falsos positivos.

Este es el tercer mundo:

un cóndor en un nido de muertos.

 

¡Ay!

0011 1010 1100

Fíqua chiguamuy.

 

Esperamos que el cóndor extienda sus alas,

se infecté del Malware

se rebele del nido colono.

Rezamos a Chibchacum que lo haga.

Nos aterra que el palo que lo sostiene

deforme su libertad

Que el nido

sea hecho de hojas holograma.

¡Qué se acostumbre!

Y crea que solo tiene pocas opciones.

 

Se ha perdido conexión con la base de datos.

0000 1111 0000

¿Desea forzar cierre?

 

El futuro de este territorio-ave es incierto.

Cuando nuestra mirada

se infecte del virus,

vendrá un mañana artificial:

revolución cyborg-amazónica,

alas de tres metros en fibra de carbono,

plumas NFT,

millar de subidas y bajadas de algoritmo por segundo.

Un ave de mil vuelos encriptados en blockchains.

Guacamaya biónica,

colibrí genéticamente modificado,

turpial con implantación cibernética,

cacique candela tecnocorporizado,

canto ancestral cyberlatino.

Mestizos bailando un Neovallenato.

 

Quizá un día seamos

Cóndor Cyborg

y no notemos

que fuimos infectados.

 

0010

Si yo pudiera alzar el vuelo

0010

Alzar el vuelo como hace el cóndor que

vuela alto muy alto

0010

Me fuera lejos, pero bien lejos

0000  0000  0000

Error de lectura.

El sistema debe reiniciarse.

 

 

¿Y SI SE VA PA’ SU TIERRA A COMER MANGOS?

 

Hoy contempla,

más que otros días,

detener la echada de machete

por el monte de los escritores,

la gestión cultural

y todo ese circo

que han hecho de la literatura.

 

Hoy contempla dejar de ser

la jornalera mal paga

de un terrateniente invisible,

ese que llaman

“Poesía contemporánea en Bogotá”.

 

Irse a echar peinilla a su tierra,

manejar la 4×4 de plató

con Something in the Way sonando

de regreso al pueblo.

Quitarse el barro y la mierda de vaca

con un chorrazo de agua fría,

no potable, pero suya.

 

Volver.

Escuchar el mugi’o largo de las reses,

la paraulata de las corocoras,

y escribir sin el afán ese

de ser el lucero raro que brilla alto… muy alto.

Ser más bien como el cóndor,

que vuela alto, muy alto,

y jartarse el río Arauca creci’o

como Diomedes la coca del país.

 

Leer los libros con la calma del llano,

sin sabérselos de memoria,

ni los nombres de to’s esos catires

que ya se hicieron polvo en las tumbas,

ni la cara de to’s esos vivos

que la tratan como la mocita de Hemingway,

o peor aún, la puta de Baudelaire.

Sin ser moza de nadie.

Más que de la poesía.

 

Escribir poemas sin mirar atrás,

a esa tierra que un día topó

por buscar un sueño.

 

Mejor váyase donde pueda

comer mangos y leer poemas,

ponerse el sombrero recio,

sentarse al pie del moriche,

ver pasar los chigüiros por la sabana,

ser la “señorita” de la familia,

de montes y esteros,

más allá del río Pauto.

 

Que ningún pseudo-escritor/a

del nido de uno y mil zamarros

la humille nunca más.

Que ningún jefecito ignorante,

que no ha leído La Vorágine,

le tire el sueldo sobre la mesa

como si usted fuera una muerta de hambre

y no “la señorita” que quiere

“perder el tiempo” los fines de semana

y cobrar por eso.

Y no “la señorita” que salió de sus trochas y acequias

para entrar en la noche de los poetas.

 

Mejor recitarle versos a las babillas

que sonríen con dientes de reptil

desde el río de la Morena;

a las lapas tímidas que se hunden

en las aguas oscuras del Casanare;

a las garzas que le acompañan el estribillo;

a las guacharacas que arman escándalo

con sus chistes malos

en monólogos eternos.

 

Sí, parienta… mucho mejor.

Pagaría más ser influencer llanera,

mostrar las vacas, andar en saino,

que seguir recitando cada fin de semana

donde la paga son los aplausos

de cuatro borrachos

y dos locas mal parqueadas.

 

—¿Otra pseudo-escritora que mira de arriba a abajo

a los poetas recién llegados? ¿Ejercer el oficio —su oficio— a discernimiento público? ¿Sentarse en la mesa redonda de Arthur, el rey de los Poetas? ¿Desde cuándo las escritoras se volvieron gestores?

Claro: el día que decidió no mamarle

a librerías, editoriales, académicos ni escritores,

se le torció la sonrisa,

el asco se notaba

debajo de los dientes de ratón.

Usted no sirve pa’ felaciones ni cunnilingus simbólicos.

Ahí fue que dijo:

Hay que dejar los atardeceres tragándose la vaquería,

el espantar mosquitos con el humo de las arepas,

los “me voy pa’l llano a parrandear”,

porque la culebra se mata por la cabeza.

 

Y ahí fue que tocó

coger el machete con ambas manos

y sembrar los primeros palos de yuca

fuera del conuco.

 

Usted no es un bulldozer.

Usted es una señorita no apta para señoritas.

Y se le estallaron las ampollas

de machetear tanto, tan rápido, tan sola.

Se estrelló como las palomas

contra el ventanal.

 

Ahora ‘ta usted aquí parada,

recién llegada:

—Sonría, niña.

Póngase blanca.

No ustee.

No se coma las letras.

Declame “bonito” y ría de los chistes malos,

aunque sea la primera vez

que le ve el sarro en los dientes

al guate que lo echó.

 

Mienta, como todos,

en un dialecto que no es el suyo.

Vaya olvidándose de la sábana,

del terruño y los becerros,

del pasto de coloraditos,

los chinchorros guindados,

el chicote y el chimú,

el rayo que mató al tío Pío.

 

Olvídese de todo,

que a caballo regala’o no se le mira el diente.

Déjese tragar por la ciudad.

Elija la subcultura,

la clase social,

Elija bando

O se lo asignamos.

Poetisa o Musa,

Llanera o Rola,

Blanca o Mulata.

Elija.

Elija.

 

¡Hagan algo, parientes!

Está cansada de esperarlos.

¡Qué soledad tan berraca

la de escribir pa’ que ni la mama de una la lea!

¡Qué soledad la de venir al centro

a sentirse periférica!

Vengan a ser poetas con ella.

 

Quería que la escucharan

y subió a la montaña más fría.

Su canto de vaquería lo disfrutan los rolos.

Aún no se le olvida de ‘onde vino

de caña dulcita

y sombrero pelo e’ guama.

Ella nació ‘onde el cuero

se amarra con cabuya.

‘Onde la poesía la aprendió

a punta de copla y contrapunteo.

 

¿Y si se va pa’ su tierra a comer mangos?

 

Camine, que el llano espera.

Aún no tiene la respuesta,

pero algo le canta en la pata de la oreja:

 

“Usté no se ha ido, mija,

solo andaba buscando

cómo era que se volvía.”

 

Max Cristancho. Escritora pendular y coleccionista excéntrica de libros: una mezcla extraña entre llanera y bogotana. Nacida en Yopal, Casanare (Colombia) el 02 de febrero del 2003. Melofílica declarada, bruja ecléctica, paciente bipolar, empírica del teatro, la poesía y la gestión cultural. Lectora y estudiante a tiempo completo. Dice que hay mucho más por contar pero que “cualquier cosita con un tinto y buena música” nos la cuenta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *